Una historia vocacional by la hermana Mery Cari Paz, PBVM
Sisters of the Presentation of the Blessed Virgin Mary, Dubuque, Iowa
Mi nombre es Mery Cari Paz, soy Hermana de la Presentación de Dubuque Iowa. Soy boliviana y actualmente vivo en Bolivia en una casa de misión, junto a tres Hermanas de la Presentación de Estados Unidos. Quiero compartir mi experiencia acerca de mi vocación a la Vida Consagrada.
Yo crecí en una comunidad rural llamada Tarupayo, provincia O´Connor del departamento de Tarija, donde asistía a la escuela. Un día para la fiesta de mi comunidad, llegaron dos Hermanas de la Presentación para visitarnos, yo vi cómo ellas estaban con la gente, cantaban, rezaban y acompañaban en la celebración eucarística. Fue ese día que yo sentí el gran deseo de ser Hermana, yo tenía solamente siete años y estaba en segundo curso de primaria. Desde entonces, yo descubrí que Dios me iba llamando en diferentes momentos de mi vida y muchas veces traté de retirar, olvidar o no prestar atención a aquellas llamadas, lograba alejarlas por un tiempo, pero cuando menos pensaba, ya estaban presentes otra vez muy dentro de mí.
Cuando salí bachiller, tenía muchos deseos de ingresar al convento, pero al mismo tiempo yo quería tener una carrera universitaria. Un día sin decir nada a nadie me fui a tocar la puerta de una casa de una comunidad religiosa para conversar y poder decidir qué hacer en esa etapa de mi vida. Después de esa conversación decidí ir primero a la Universidad.
Durante mis años de estudio, entré a formar parte de un grupo de universitarios que hacía un trabajo misionero, disfruté mucho con ellos y con el ministerio que realizábamos. Cuando terminé mi carrera en Farmacia y Bioquímica, nuevamente estaba en mí ese deseo profundo de entregarme al servicio de la gente más necesitada.
Empecé a buscar congregaciones, por dos veces ingresé al convento, pero no me sentía feliz, faltaba algo, y tuve que seguir buscando, hasta que un día sin pensar estaba tocando la puerta de las Hermanas de la Presentación en Entre Ríos. Desde el primer momento que entré para conversar con ellas y contarles la razón de mi visita, me sentía en paz y me sentí en casa.
Así que me quedé con ellas y puedo afirmar con certeza que este es mi lugar que Dios tenía preparado para mí. Estoy muy feliz porque mi vida tiene sentido y cada día doy gracias a Dios por este llamado.